Siempre habia entendido que morirse de amor no era mas que una licencia poetica. Aquella tarde, de regreso a casa otra vez sin el gato y sin ella, comprobe que no solo era posible morirse, si no que yo mismo, viejo y sin nadie, estaba muriendome de amor. Pero tambien me di cuenta de que era valida la verdad contaria: no habria cambiado por nada del mundo las delicias de mi pesadumbre. Habia perdido mas de quince años tratando de traducir los cantos de Leopardi, y solo aquella tarde los senti a fondo:
Ay de mi, si es amor, cuanto atormenta.
Memoria de mis putas tristes, Gabriel Garcia Marquez.-
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